09 julio, 2010

El trofeo más deseado

El Trofeo de la Copa Mundial de la FIFA, como asépticamente lo conoce el máximo organismo futbolístico mundial, es la copa que actualmente se otorga al país que resulta vencedor en un Mundial. Es, por tanto, y como reza el título, el trofeo que todo futbolista desea levantar alguna vez en su vida. Y con él, toda una nación.


Fue presentado en 1974, en el mundial de Alemania, y sustituyó al trofeo Jules Rimet, el cual fue robado en Río de Janeiro mientras Brasil lo exhibía tras haberlo conquistado por tercera vez y, por tanto, correspondiéndole en propiedad. La copa nunca se recuperó, por lo que se cree que los ladrones, que fueron detenidos y condenados por ello, la fundieron para vender el material. La FIFA, tal vez movida por el grave incidente, decidió que la nueva copa ya no sería dada a perpetuidad jamás, entregándole, en cambio, al vencedor una réplica que puede conservar en sus vitrinas. El original, que es, por lo tanto, único, es custodiado de manera exclusiva por la FIFA.


En cuanto a la forma y composición, podemos decir que el proyecto para el diseño, aprobado en concurso, le fue adjudicado al italiano Silvio Gazzaniga, que mide algo más de 35 cm. de altitud, está fabricado con cinco kilos de oro sólido y presenta dos anillos de malaquita que hacen las veces de base. En palabras de Gazzniga, el trofeo representa a dos "jugadores que sostienen la tierra desde abajo formando un círculo, representando la emoción de la victoria". En la base se anotan los nombres de todos los ganadores y se ha calculado que para el año 2038 ya no cabrán más nombres. Aún no se sabe qué es lo que pasará entonces, si diseñarán un nuevo trofeo, si ampliarán la base del actual o si, por el contrario, empezarán a escribir los nombres de los ganadores desde ese año, obviando a aquellos que vencieron con anterioridad, como ya hicieran con los que ganaron antes de 1974 al diseñar la nueva copa.


Este trofeo, cuya belleza es objeto de debate, no es muy grande y, sobre todo, no tiene un corte clásico. Sin embargo, hay algo que no admite lugar a ninguna duda, y es, cuestiones estéticas al margen, el deseo, la ansiedad y las ganas que cualquier amante del fútbol tiene por llevárselo a su país, y, para nosotros, los españolitos, más ahora que la vemos y sentimos tan cerca. Todos hemos visto las imágenes de Maradona besando el trofeo justo antes de levantarlo o las de Zoff, recogiéndolo de manos del Rey Juan Carlos I, y a uno le entran sudores fríos sólo de pensar que dentro de dos días puede ser nuestro Casillas el que lo alce al cielo, y que podemos ser nosotros los que estemos gritando extasiados de emoción mientras él lo hace. ¡Uf! Esto es muy serio, compañeros. ¡Ya queda menos!

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